Salmos para el camino

Ser libre es asumir

el riesgo de equivocarse

y aceptar con humildad el error.

Ser libre es superar la moda,

los tabúes, los prejuicios

y animarse a vencer

los condicionamientos.

 

Ser libre es conocerse a uno mismo,

tomar conciencia

de aquello que se puede dar

y luchar por hacerlo realidad.

 

Ser libre es aceptarse como uno es

teniendo la valentía de cambiar

aquello que se puede mejorar.

 

Ser libre es asumir

la responsabilidad

de los propios pensamientos,

palabras y actos.

 

Ser libre es ser auténtico,

coherente y fiel

a lo que uno debe ser.

 

Ser libre es reconocerse pequeño

limitado y pobre, pero persona,

ante los que se proclaman

grandes, poderosos y ricos.

 

Ser libre es sacudirse

las cadenas de la rutina

y la imitación

para vivir la vida

de una manera única, original

e irrepetible.

 

Ser libre es romper con el egoísmo que nos atrapa

y nos impide lanzarnos

de lleno a los demás.

 

Ser libre es mirar a todos

con ojos de hermano

sintiéndonos iguales,

fraternos, unidos.

 

Ser libre es saber decir «no»

cuando es fácil decir «sí»,

decir «sí»

cuando todo impulsa a decir «no».

 

Ser libre es ser fuerte

cuando todos son débiles,

es gritar en voz alta

cuando los demás callan.

Ser libre es atreverse

a renovar el mundo

y al hombre, a todos los hombres

(empezando por uno mismo).

 

Ser libre es tener

ideales magníficos,

soñar con metas altas;

es animarse a cambiar

y dar la vida en el cambio.

 

Ser libre es enfrentar

los desafíos de la vida

como peldaños de una escalera:

la escalera de la superación

y la madurez.

 

Ser libre es vivir la audacia

de creer,

en un mundo incrédulo;

de luchar,

en un mundo que bajó los brazos;

de esperar,

en un mundo sin esperanza.

 

Ser libre es reconocer

en la propia existencia

la huella imborrable

de alguien que nos trasciende,

del cual venimos

y a quien vamos…

 

Ser libre no es fácil

pero es hermoso,

y para ello fuimos creados.

¡Para vivir la plenitud de la libertad

que es el amor!

 

Por eso, ser verdaderamente libre

es entregarse por amor a los demás.

Por eso la verdadera libertad

no es una meta;

es una práctica:

la práctica del amor.

 

Como Jesús…

Sólo Cristo hace al hombre

verdaderamente libre,

porque vivió a pleno su libertad,

porque vivió para amar.

 

Ser libre,

vivir para amar,

tal es la verdadera libertad.

Ayúdanos a cambiar, Señor,

nuestra mirada mundana, egoísta,

poco comprometida,

temerosa, acomodada.

Ayúdanos a cambiar

para mirar las cosas, el mundo,

la vida, con tu mirada

y desde tus ojos.

 

Quítanos las anteojeras

que vamos construyendo

a lo largo de los años,

que nos aíslan del dolor

y del sufrimiento

de los que caminan al lado.

Sacude nuestro corazón

para que aprendamos a ver

con los ojos llenos de Evangelio

y Esperanza de Reino.

Corre ya el velo de nuestros ojos

para que, viendo, podamos

con-movernos por los otros

y movernos desde lo profundo

de cada uno

para acudir a dar una mano

(y la otra, y la vida toda…)

a los que están caídos

al costado del camino,

a los que esta sociedad ciega

ha tirado a un costado

porque no cuentan

o no interesan

a las leyes del mercado.

 

Que la ambición y el conformismo,

la comodidad y las falsas seguridades no nublen

nuestra mirada.

Desata ya mismo un vendaval

que se lleve las nubes

de nuestras explicaciones fáciles,

y también de las díficiles;

a Vos no alcanza con explicarte,

hay que vivirte y contemplarte

allí donde se te antoja estar

y no donde a nosotros nos conviene ver

¿Será tan díficil, Señor,

que nos demos cuenta que no estás

en el crucifijo de madera tallada

que adoramos

sino ahí tirado

entre los que ni siquiera miramos?

 

Convierte nuestra mirada

para hacer posible y cotidiano

el milagro del buen samaritano,

ver al otro y acercarse

no pasar de largo,

compartir, ser generoso,

dar todo por el hermano.

¡Cuántas cosas son posibles,

mi buen Dios,

si cambiamos la mirada,

si no damos vuelta la cara,

si no vivimos encerrados!

 

Abre nuestros ojos,

ten compasión de nosotros,

como pedía el ciego del evangelio,

que no veamos borroso,

no sea que confundamos el camino

y creamos encontrarte

donde tú no te has quedado.

 

Descúbrenos, Señor,

tu presencia viva entre los pobres.

Que te re-conozcamos

en el desnudo, el hambriento,

el que está solo, el preso,

el enfermo, y tántos otros Señor,

en quienes nos sales al encuentro cada día,

sin que a veces lo advirtamos,

por tener el corazón endurecido

y los ojos cegados.

 

¡Conviértenos Señor !

Devuélvenos

la mirada confiada de los niños,

la transparencia que habla

de lo que abunda en el alma.

No permitas que cerremos los ojos

y creamos hallarte dentro nuestro

sin buscarte y encontrarte

por dondes andas a diario.

 

Ayúdanos Señor

a ver

y a cambiar…

a verte

y a optar…

a utilizar

esos lentes maravillosos

que nos dejaste

para mirar el mundo, la realidad,

la vida:

La mirada del Evangelio,

para ver

con tus ojos de Dios.

Jesús, maestro bueno,

queremos seguir tus pasos

Danos tu Espíritu,

para aprender a vivir

en la generosidad.

Muéstranos

el camino de la entrega,

infunde en nuestros corazones

la vocación por dar.

Ayúdanos a descubrir

que «dando se recibe»,

como nos enseña

la oración de Francisco,

santo y modelo

porque vivió para dar y dar-se.

Danos tu Espíritu, Jesús,

rompe las cadenas

que limitan nuestro amor,

enséñanos a vivir

en la generosidad.

Haz que volvamos a la

buena nueva de tu Evangelio.

Invítanos a recorrer junto a tí

los caminos polvorientos

de Galilea encontrándote

cercano a los que sufren,

a los marginados y excluídos,

a los enfermos,

a los hambrientos y los pobres.

Danos tu Espíritu, Jesús,

ayúdanos a ser fieles

a tu práctica solidaria,

en busca de la justicia,

por la construcción

de un mundo de hermanos,

viviendo la generosidad

de la donación,

hasta de la propia vida,

para que otros vivan mejor.

Todos tenemos

algo para compartir.

Nuestro tiempo,

nuestros bienes,

nuestros conocimientos,

nuestra experiencia,

nuestras esperanzas,

nuestras alegrías

y nuestras luchas.

Danos tu Espíritu, Jesús,

ofreciendo y poniendo

en común lo que somos,

lo que tenemos,

lo que esperamos,

con generosidad

para vivir el amor.

Haz que volvamos la mirada

al Padre Bueno,

que nos espera siempre

con los brazos abiertos,

que nos regala la creación y

sus bienes para que todos

vivamos con dignidad,

que nos ofrece su compañía,

su amor de Padre,

que nos enseña

a vivir en comunidad,

paz y comunión.

 

Danos tu Espíritu, Jesús,

muestranos el rostro del Padre,

para beber en el pozo

generoso de su Reino.

Ayúdanos a aprender

de tantas personas

que siguen los pasos de Jesús,

y nos señalan por donde pasa

el amor concreto,

la entrega diaria,

la vida ofrecida por el Reino.

Danos tu Espíritu, Jesús,

para reconocer tu presencia

en tanta gente que da la vida

para que otros vivan mejor

y más cerca de Dios

y de la fraternidad real,

proyecto de Dios.

Danos tu Espíritu,

Señor de la Vida,

el que pasó haciendo el bien

por los demás,

muéstranos los caminos

para vivir hoy, solidarios,

generosos en la entrega.

Danos tu Espíritu,

Señor de la Vida,

el que pasó haciendo el bien

por los demás,

destruye nuestro egoísmo,

sacude nuestras cadenas,

libéranos para amar

y construir el Reino

con generosidad.

Espíritu de Jesús.

Escucha nuestra oración.

Ayúdanos

a aprender del Padre,

a seguir los pasos de Jesús,

a vivir en la vida del Espíritu,

para dar, compartir y esperar

con generosidad.

Caminar en los pasos de Jesús

es vivir atentos

a las necesidades de los demás,

y comprometerse

en la vida digna de todos.

 

Señor de la Vida,

tú pasaste haciendo el bien,

mostrándonos el camino

de la solidaridad efectiva,

del amor al otro

que pasa por vivir

atento y preocupado

al sufrimiento de los demás,

y por eso buscar soluciones

para que la vida digna

llegue a todas las personas.

 

Señor,

cuesta ser solidario,

muchas veces nos aferramos

a nuestras comodidades,

cerramos los ojos

(y el corazón , que es peor),

no escuchamos el clamor

de los que sufren.

 

¡Tu Palabra, Señor,

es como una espada de doble filo!

 

 

La escuchamos

y no podemos permanecer iguales.

Nos llama a la conversión,

nos desafía al cambio,

nos invita a seguir tu práctica,

nos impulsa a vivir solidarios

y en búsqueda de la justicia.

 

Jesús, maestro bueno,

danos un corazón abierto

para acoger tu Palabra,

y que ella nos impregne

desde el interior,

para que la vivamos

en gestos y hechos concretos.

 

Vivimos tiempos duros,

hay muchos excluidos en nuestra mundo,

millones de personas

que no le interesan al dios-mercado,

¡pero son los más importantes

para Dios!

 

Ayúdanos a estar atentos,

enséñanos a estar activos,

impulsanos a dar respuestas,

muéstranos el camino de la solidaridad.

Para vivir como Tu nos pides, Señor.

Soy joven, Señor, y quiero vivir con fuerza y alegría;

soy joven y quiero estrujar mi vida y llegar hasta el fondo

soy joven y, la verdad, Señor, no sé lo que es vivir a veces;

soy joven y busco caminos, aunque no he encontrado el sendero cierto.

 

Quiero vivir y buscar mi libertad en lo que hago;

quiero sentir y probar hasta lo más profundo lo que es la vida

quiero tocar, palpar, hacer mío todo lo que encuentre en mi camino

quiero, Señor, dar sentido a esta única vida que tengo.

 

Hay cosas, Señor, que no vale la pena volver de nuevo a ellas;

hay cosas que al tocarlas se marchitan entre las manos

hay sabores que son agradables sólo por un momento;

hay colores que atraen y ciegan como la luz a la mariposa

hay experiencias que al final te quedas solamente con la cáscara

hay momentos fuertes que te dejan vacío, desilusionado y roto.

 

Yo sé, Señor, que hay cosas que me llevan a perder el rumbo;

yo sé que cuando vivo mi egoísmo con rabia y desenfreno,

me desoriento;

yo sé que cuando vive mi orgullo y prepotencia,

quiero ser yo el que guíe a la estrella;

yo sé que cuando busco satisfacer mi instinto en el otro,

me escondo en él;

yo sé que cuando me entrego a la evasión del juego,

me estoy perdiendo;

yo sé que cuando huyo en alas de la velocidad, me estoy perdiendo;

yo sé que cuando vivo de cosas, de objetos…

!me pierdo en un laberinto sin salida!

 

Quiero vivir, Señor: hacer de la verdad el camino para mis pasos.

Quiero vivir, Señor: hacer del amor limpio la norma de mi conducta.

Quiero vivir, Señor: hacer de la libertad espacio para mi búsqueda.

Quiero vivir, Señor: hacer del servicio la constante de mi vida.

Quiero vivir, Señor: hacer de la reconciliación un camino de paz.

Quiero vivir, Señor: hacer de la Belleza una luz para mis ojos.

Quiero vivir, Señor: hacer de la esperanza una fuerza hacia adelante.

Quiero vivir, Señor: hacer de la oración un lugar de encuentro contigo.

Quiero vivir, Señor: hacer de la justicia un camino hacia el hermano herido.

Quiero vivir, Señor: hacer de la humildad la base de cuanto soy.

 

Aquí me tienes en busca y en decisión de vivir el bien.

Aquí me tienes con mi propia vida, con mi corazón.

Aquí me tienes con ganas de ser auténtico, sencillamente yo.

Aquí me tienes junto a ti, Señor Jesús, Señor de la VIDA.

Gracias Señor, por estos pies soporte de mi cuerpo,

que me sirven de apoyo al caminar.

Me conducen allí donde deseo.

Pocas veces, Señor, caigo en la cuenta

de los maravilloso que es poder caminar,

poderme desplazar de un sitio a otro…

Hasta que un día descubro a  un chico como yo

que tiene que llevarlo en silla de ruedas.

Le llevan, no va, no puede ir solo,

ni bajar escaleras, ni salir de paseo a la ciudad,

ni subir de excursión a la montaña.

 

Gracias, Señor, por las columnas de estas piernas

y el soporte de estos pies.

Es verdad que doy un paso en falso

o tropiezo al caminar.

No siempre voy por buen camino,

pisoteo los charcos y me mancho de barro,

o se cubren mis botas de polvo del sendero.

 

Perdóname, Señor, mis malos pasos.

Condúceme, Señor, por tus senderos:

que camine entre el fango sin mancharme;

que prefiera la senda, escarpada y difícil, de tus montes

a la cómoda y ancha de las charcas de cieno.

 

Que tú seas, Señor, mi pastor y mi guía.

Que siguiendo tus pasos, llegue un día contigo a la casa del Padre. Amén

Nunca me cansaré de admirar la naturaleza, Padre.

El cielo, las montañas, el sol, el mar.

Y las hierbas y las flores y los frutos,

y los pequeños rincones

en los que parece que se haya concentrado

toda la belleza del universo.

Por todas partes respira, Padre, la fuerza de la vida;

una fuerza que es presencia tuya,

de tu vida.

Lleno de admiración deja que te diga, Padre,

mi alegría, mis ganas de vivir,

mis ganas compartir con todos,

las ilusiones, las esperanzas,

la confianza, el amor.

Padre, no puedo apartar la mirada, no quiero apartar

la mirada, de las muchas heridas que sufre nuestro mundo.

Son tantas, y tan conocidas, que puedo llegar a acostumbrarme,

a considerarlas como algo normal.

No permitas que me acostumbre, Padre.

Los que se matan unos a otros en las guerras, y los que

por causa de las guerras tienen la vida destrozada.

Los que pasan hambre y viven en la pobreza aquí junto

a nosotros, y los países en los que la inmensa mayoría

no tiene lo mínimo necesario.

Los hombres y mujeres maltratados y discriminados por

el color de su piel, por su origen, o por sus ideas.

Padre, te pido por las heridas de nuestro mundo.

¡Todo podría ser tan distinto!

Ojalá los que tienen mayores responsabilidades en

todos estos males cambiasen su forma de pensar y

de actuar.

Y ojalá nosotros cambiásemos también y fuésemos

más abiertos, y estuviésemos más dispuestos a vivir

un poco menos bien.

Padre, te pido por las heridas de nuestro mundo.

María, hermana, compañera en el camino de la fe.

Te recordamos como una mujer con el corazón muy

Abierto para escuchar lo que Dios te llamaba a hacer.

Te recordamos como una mujer decidida, dispuesta

a a emprender caminos difíciles.

Te recordamos llena de confianza, muy convencida de

que el amor de Dios es más fuerte que todo.

María, hermana, compañera en el camino de la fe.

Tu corazón abierto, tu alma dispuesta, dejó penetrar

la fuerza del Espíritu,

y nos diste lo mejor que la humanidad podía esperar:

el propio Dios haciéndose uno de los nuestros,

aquel niño que allí en Belén lloraba y reía en tus

brazos.

María, hermana, compañera en el camino de la fe.

Tu estuviste muy cerca de tu hijo,

tú escuchaste su Buena Noticia y la viviste,

tu estuviste junto a la cruz, en aquel momento de

entrega definitiva,

tú caminaste el camino de la primera comunidad de

creyentes.

María, enséñanos a ser fieles como tú,

ruega por nosotros,

sé nuestra madre en nuestro camino cristiano.

Alaba, alma mía, al Señor:

alabaré al Señor mientras viva,

tañeré para mi Dios mientras exista.

No confiéis en los poderosos,

seres de polvo que no pueden salvar.

Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,

el que espera en el Señor, su Dios,

que hizo el cielo y la tierra,

el mar y cuanto hay en él.

El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente,

hace justicia a los oprimidos,

da pan a los hambrientos.

El Señor liberta a los cautivos,

el Señor abre los ojos al ciego,

el Señor endereza a los que ya se doblan,

el Señor ama a los justos.

El Señor guarda a los peregrinos,

sustenta al huérfano y a la viuda

y transforma el camino de los malvados.

El Señor reina eternamente,

tu Dios, Sión, de edad en edad.

Estamos ante ti, Señor,

porque sabemos que nos amas.

Estamos ante ti con muestra vida,

la familia, el trabajo o el estudio,

los amigos y conocidos,

las acciones de servicio que intentamos llevar a

cabo las esperanzas que nos mueven, las ilusiones.

Estamos ante ti con nuestros dolores y tristezas,

con el pecado que hay en nosotros,

con los desánimos.

Estamos ante ti porque sin ti no sabríamos vivir.

Tú estás siempre cerca de nosotros,

cuando te recordamos y también cuando te

olvidamos; tú estás siempre junto a nosotros, Señor,

incluso cuando parece que no estás.

Estamos ante ti porque sabemos y creemos

que tu amor lo llena todo: llena los rincones claros

y los hace más luminosos,

y llena los rincones oscuros

para que podamos seguir adelante sin extraviarnos.

Estamos ante ti, Señor.